—¿Quedarme? —pregunta Paula antes de barrer con la mirada la zona del teatro a la que Bruno da la espalda—. ¿Dónde?
El color de las butacas de las últimas hileras se desvanece hasta la invisibilidad, y el espacio que dejan libre se tiñe con el tono indefinido de algo que inicia su aparición.
Cuando Bruno se gira para observar la escena, una mano aparece apoyada en su hombro, mientras una nariz de payaso flota en el aire, a la altura de su rostro.
—Ferpecto, Melquíades. Lo has hecho muy bien.
Una coma, dos puntos y treinta y cinco letras, tres de ellas mayúsculas, flotan bajo la nariz de goma, resaltando su color a medida que flotan ante ella en su ascenso hacia el techo cóncavo del teatro.
El sombrero realiza una voltereta en el aire y aterriza con gentileza a tres centímetros de las manos abiertas de Paula. El hueco para la cabeza mira hacia arriba.
—Sí, señorita.
Las letras salen en fila y rozan la mejilla de Paula antes de esconderse en su cabello.
—Llegarás tarde. Vamos, te acompaño.
Estas letras se colocan en la espalda de Bruno, que al notar el contacto mira a Paula y halla un rostro que empieza a desconocer.
—¿A dónde? —pregunta al aire. O a Kum*.
—A que te atropelle el amor. Ese que has soñado durante toda esta aventura.
Las letras son de colores. Empujan traviesas a Bruno hasta conseguir que levante un pie del suelo y lo encamine hacia su destino.
Paula contempla en silencio la nariz que se acerca a ella.
—Te dejo otra adivinanza. **** Es algo que todo el mundo sabe, pero olvidan con facilidad.
Veinte letras fucsia, repartidas en grupos de cinco, custodian a cuatro asteriscos hasta el interior del sombrero.
—No lo olvides nunca, Paula. El tiempo y la vida dependen totalmente de esto.
Letras doradas.
Paula se desliza en la oscuridad del fondo del armarito con el sombrero entre las manos. Aún no sabe el regalo que acaba de hacerle Kum*.
La negrura que la rodea se viste de un dorado verdoso, y Paula siente a Sebastián antes de verlo.
Cuando sus ojos se encuentran, la vibración del sentimiento alcanza su cota más alta y el mundo exuberante que los sostiene se expande un poco más.